jueves, 29 de septiembre de 2011

Del amor y de la reflexión

       Reflejo de una realidad más elevada (y más elevante) es el amor que conocemos, el que hemos aprendido a gestionar y a vivir, también el que hemos aprendido a necesitar y a pedir; pero, es un reflejo pálido de la realidad del Amor del que provenimos. Jana dice: reflexionar. ¿Y qué aporta la reflexión? ¿Qué es reflexionar? La genuina actividad de reflejar algo como es. Hacerse espejo de la realidad es reflexionarla, reflejarla. Hacerse espejo del amor sugiere ser reflexivo, reflexionarlo.
       Tomar conciencia del amor -es decir: conocer el amor- reclama reflexionarlo en uno, y también reflexionarse en él, que es como decir: aceptarlo en plenitud. Reflejarlo en nosotros mismos y reflejarnos en él es un juego de espejos que, al combinar ambos puntos de vista, transporta a la ilusión del infinito, una ilusión (he aquí el detalle) que sin duda es real para esos espejos. Si el espejo soy yo, ya que soy real, haré auténtico ese infinito. Es sencillo. Y todo cuanto se acerque, sin interponerse, a ésa parte de nuestra identidad que refleja el amor en el Amor mismo, se verá envuelto y vestido con esa inabarcable figura, insondable, nimbar, íntima, fecunda e interminable.

Gracias, Jana.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Del amor y del tiempo, ii

       El amor hace pasar el tiempo, y el tiempo hace pasar el amor, dice un viejo proverbio italiano. Esto sucede con el amor y el tiempo, es cierto, pero siento que tomándolos por sus cualidades ilusorias y con sus calidades ficticias. Contemplando la realidad -es decir: el amor real y el tiempo real- sólo hay una categoría: el presente; vivimos tan cerca de las respuestas... Por ejemplo: ¿qué hora es? -Le preguntamos de cuando en cuando al reloj. Y la respuesta que obtenemos es siempre la misma, en cada segundo: "ahora, ahora, ahora..." ¿Cuál es la época adecuada para el amor? ¿La mejor oportunidad o circunstancia? -Podemos preguntarle al corazón. La respuesta es idéntica punto por punto.
A cada momento el amor busca su perfección en el presente.
(Es decir: presente, presente y presente)

Gracias, Alfonso.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Del amor y del respeto

       ¿Te respeto porque te amo o te amo porque te respeto?
       El respeto es una realidad poliédrica. Compleja.
       El respeto, como acción, es una actividad que verifica la libertad del otro. Se inicia en tu propia libertad y te libera de las cárceles del ego, como el orgullo. Implica que te opones a las intenciones o a las construcciones intelectuales del otro, o que no estás de acuerdo con su resolución, mas no deseas convertirte en una especie de adversario, de oponente o de obstáculo, sólo porque estás en desacuerdo. Si surge el respeto ya no interfieres el libre alvedrío del otro, ni tratas de influírle o de hacerle desistir, de cambiarle: cambias tú.
       El respeto como contemplación es algo diferente. Te sitúa en un plano paralelo pero no vivencial; en una distancia que puede ser incómoda, pero en la búsqueda de un equilibrio que beneficie a todos. Te salvaguardas en él para no tomar partido, para no tener que actuar, y mientras sucede esa inacción, se beneficia al que recibe la muestra de respeto con todo el espacio que necesita para realizar su propósito. El respeto aquí no surge como iniciador, sino como meta.
       El respeto como timidez es totalmente otra cosa. Aunque su objetivo puede ser puro: no mancillar algo, no perjudicar, por ejemplo, por una falta de experiencia. Por un no saber. Una ignorancia, una inseguridad, un bloqueo, un freno. Todas estas palabras pueden asociarse en una lastrante realidad. Pero, recordemos, su objetivo puede ser puro: la conservación de la identidad y de la belleza.

       Sea como fuere, el amor siempre es respetuoso, permanentemente eleva la dignidad del amado y en ello se dignifica. En este sentido, el respeto puede fundar el amor, el amor verdadero.

jueves, 8 de septiembre de 2011