domingo, 3 de junio de 2012

Del amor aparente


       El amor tiene muchos rostros. No es que lo intuyamos; lo sabemos. Mas es por eso que, en incontables ocasiones, algo puede parecernos semejante al amor. ¿Cuál sea el identificador más seguro? Aprender a sentir: sentir la conexión con uno mismo y la relación natural de armonía con lo que nos rodea, el Cielo y la Tierra, la Naturaleza y los demás. Una manera de aprender a sentir es encontrar la manera de comunicarnos desde el corazón y, por lo tanto, también de "vivirnos" desde el corazón; es decir: con todo nuestro ser. Otra manera es aventurarse en el presente hasta transformarse en el presente, ya que el amor es presente, y no vive fuera de él. Otra manera es tomar conciencia; las preguntas "¿quién soy?", y "¿qué hago aquí?", nos ayudarán a ir desvelando esa esencia viva que somos, la real. En fin, el perdón, la compasión, la búsqueda de la iluminación, la perfección, la santidad, y otra manera, y otra es... que hay tantos caminos como seres.
       En los deseos, las ambiciones, los cálculos de beneficio o los desafíos, incluso en los hábitos o en los estilos de vida, podemos plasmar una elaborada apariencia del amor que buscamos y creer que lo reconocemos; aunque -al tiempo se comprende- no pueden ofrecernos una experiencia directa sobre él, pues no son más que proyecciones, ilusiones con las que nos estimulamos para explorar la existencia... Y aún así, la vivencia del amor aparente también es un camino correcto para llegar al Amor: a fuerza de mirar en los envases vacíos, en las apariencias, en los antes o después, acabaremos por detectar cuál sea el contenido que tanto anhelábamos hallar, quiénes somos nosotros mismos, y quién es ése que llamamos Amor.